domingo, 15 de diciembre de 2013

Gay + Dawn


POR JAVIER VASQUEZ, Cuando llegamos a la edad adulta por lo general, ya conocemos nuestra sexualidad, nuestras preferencias, nuestras aversiones que nos ayudan a construir nuestra identidad como individuos. Para muchos este proceso de auto-identificación sexual no es fácil, para otros es algo que ni siquiera percibieron o simplemente paso sin darse cuenta. Lo que sí es cierto, es que esa “Auto-Identificación Sexual” es un proceso natural de todos los humanos. Y solo se es exitosa (sea cual fuese el resultado final heterosexual, homosexual u otras formas de identidad) cuando ocurre en socialización.

 Por desgracia, la sexualidad de las personas mentalmente discapacitadas históricamente ha sido ignorada o negada. Por mucho tiempo, la mayoría de esta población fue aislada u alojada o internada en instituciones, separadas por sexo con pocas oportunidades para socializar. La sociedad en el pasado ha tendido a personas mentalmente discapacitadas como asexuales o, si aparecen excesivamente afectuosos, hipersexuales. Sin embargo, la sexualidad y las relaciones personales son esenciales para el desarrollo normal de los adultos, incluyendo a los adultos con y sin discapacidades físicas y/o mentales. Mientras que algunos individuos discapacitados mentales no pueden ser capaces de participar en la relación social más típica, todavía pueden participar en las relaciones interpersonales en forma significativa. La expresión sana de la sexualidad no requiere solamente de tener relaciones sexuales coitales o de penetración y puede tomar una amplia gama de formas incluyendo amistad cercana, contacto físico-afectivo no sexual y contacto sexual no coital.

Existe un creciente cuerpo de literatura y un diálogo progresivo con respecto a la sexualidad y la expresión sexual para las personas con discapacidad mental, sin embargo dicha literatura y dialogo no incluyen en su gran mayoría aquellas sexualidades fuera de la heteronormativa. De esta manera se reafirman las discriminaciones hacia los individuos tanto GAY como los discapacitados mentales. Lo que es peor aún, cuando uno intenta entrar en internet en búsqueda de información sobre este tema, conseguimos muchos videos que se burlan de jóvenes y niños, en su mayoría con Síndrome de Down, que son a su parecer homosexuales o que simplemente lo son; tal como lo reitera el sexólogo José Luis García:

“Probablemente haya pocos grupos de población en los que se acumulen tantas dosis de exclusión y discriminación y, por tanto, sufrimiento, como el que aglutina a aquellas personas que, siendo discapacitadas, tienen además una orientación homosexual. Si encima tuviera rasgos de síndrome de Down probablemente su discriminación sería más notoria.”

Las personas con síndrome de Down tienen las mismas necesidades de sexualidad que las personas sin discapacidad. Puede que su proceso de entender la cosmogonía de su sexualidad sea más lento o mejor dicho “distinto” pero pasa por las mismas fases de desarrollo sexual que sus pares no discapacitados, por lo tanto necesitarán una enseñanza directa en esta área. El problema reside principalmente que la mayoría, por no decir todos, los programas de educación sexual para tal efecto están dirigidos para individuos con síndrome de Down heterosexuales.

Y muchas personas se preguntaran ¿Existen personas homosexuales con síndrome de Down o personas de síndrome de Down homosexuales? ¿Cómo puede un individuo con síndrome de Down saber sobre homosexualidad o reconocerse como homosexual?

Las respuestas son unánimes y muy claras: Si. Existen personas con síndrome de Down que son homosexuales y lesbianas o que pertenecen a la comunidad GAY. El problema es que desde la configuración social y del heterosexismo imperante, la homosexualidad no es lo que se espera, no es lo deseado. Siempre y perpetuamente se presupone o se antepone que todos deben ser heterosexuales y que por lo tanto las personas con síndrome de Down también deben serlo, aunque en este caso lo que se les exige y ordena, por su condición, es reprimir, contener, refrenar y controlar su sexualidad porque “no deben ejercitarla”, dicho de una manera más cruda: se les castra su deseo sexual, pero la cosa se pone peor, porque unido a esto se le niega también la afectividad no sexual ligada con el deseo sexual.

Por lo tanto los procesos de reconocimiento de la propia orientación sexual, así como el hecho de “salir del closet”, van a ser más difíciles y penosos en personas con síndrome de Down o cualquier tipo de discapacidad mental, pues existe mayor presión para seguir la línea de la heteronormativa, además que las posibilidades de comunicación serán menores, por lo que pueden tardar más en solventar y solucionar ese acontecimiento psicológico de especial relevancia como es el reconocimiento de su sexualidad o identidad sexual.

La Educación Sexual Integral para estos jóvenes incluye la formación en seguridad personal y emocional, así como las relaciones de pareja, matrimonio, pero todos dentro del estándar de los programas educativos de heterosexismo, y a menudo se limitan a la discusión de la abstinencia y anticoncepción, pero también debe entrar en la parte curricular los afectos entre personas del mismo sexo, la masturbación, el sexo como forma de placer y el sexo seguro, igualmente deben incluir aspectos como el respeto a la individualidad sexual, la privacidad sexual y la tolerancia hacia la diferencia.

 La homosexualidad en personas Down significa otra discriminación y otra exclusión, además de ser rechazado por su diferencia cognoscitiva lo es también por su identidad sexual. Por otra parte el hecho de ser diferente físicamente al ideal de la belleza preponderante de la sociedad hace que este se sienta más rechazado, y él/ella así lo siente, pues ellos saben y reconocen la diferencia cuando se ven en el espejo. Igualmente, en las relaciones interpersonales de personas con síndrome de Down, se tiende a percibir al otro más discapacitado y por tanto poco atrayente para formar una relación más cercana.

 Tenemos que pensar que nuestros hermanos gay, lesbianas, trans y otros que presentan trisomía o síndrome de Down u otra discapacidad mental viven una doble exclusión, la primera por ser diferentes a la heteronormativa y la otra por ser “excepcionales”.

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